Comentario
Aunque es difícil determinar cuándo apareció el hombre en el Valle del Nilo, sabemos que las primeras industrias líticas del Paleolítico pueden tener una antigüedad de unos 200.000 años. Hace unos 10.000 años los grupos de pobladores establecidos en el Desierto Libio, en el Delta, en El Fayum y en el Alto Egipto comienzan a practicar una economía de pastoreo y a realizar prácticas preagrícolas. Ya desde el Neolítico pleno en Egipto están acreditadas la ganadería, la labranza de los campos y la cerámica. El calentamiento del clima y la desertificación consecuente obligan a las poblaciones a establecerse cerca del Nilo. Los grupos humanos se aglomeran en la ribera del río, buscando aprovechar los recursos naturales que provee: llanuras fértiles, pastos abundantes y plantas de recolección. Surgen entonces los primeros centros urbanos, aglomerados en torno a dos lugares principales: en el N, en la zona del delta; en el S, en Hieracómpolis, donde por primera vez se acredita la existencia de reyes, como Escorpión y Narmer. Este proceso desemboca en la unificación de Egipto y en la constitución del Estado más duradero que hasta hoy ha conocido la historia.
En los murales de Hieracómpolis se hace sentir la presencia de un hombre flanqueado por dos leones rampantes, a quien luego volveremos a encontrar en el puñal de Gebel-el-Arak. Quizá sea ésta la representación más antigua de un hombre al que los demás consideran superior: un héroe, un semidios. Es también posible que los estandartes del rey de tiempos históricos se remonten a los seres y objetos que acompañaban en la caza al gerifalte de aquellos cazadores prehistóricos; se puede identificar a estos acompañantes del rey con su perro, con su asno de montar, con el almohadón en que se sienta y con su halcón de cetrería. Su morada es una tienda de esteras; su tumba, un túmulo. El cazador nómada sólo puede concebir como animales las cosas que considera investidas de poder numinoso; por ello la tienda del rey asume la forma de un rinoceronte; la trenza de su frente, la de una serpiente. El rey mismo no alcanza el máximo de su poder en su natural forma humana, sino en la de león, toro bravo o halcón. También el cielo es un halcón que extiende sus alas sobre la tierra; en esta coincidencia se perfila ya la base del proceso que desemboca en la realeza divina con que nos encontramos en los orígenes mismos de la historia de Egipto.
La caza es una ocupación numinosa y sagrada; de ahí que el sacrificio a los dioses revista siempre en Egipto la forma de una cacería. Es típico de los cazadores nómadas el que su jefe haya de conservarse siempre joven; esto indujo al grupo que tuvo mayor peso en la formación de Egipto a destronar al príncipe que por su edad había perdido su fuerza y a reemplazarlo por otro, joven y vigoroso. El presunto sucesor debía acreditar sus facultades físicas en una veloz carrera, en la que le acompañaba su perro de caza, mientras las mujeres del harén regio lo animaban con sus hurras. Esta antigua ceremonia fundamenta en época histórica la Fiesta del Sed, en la que el gastado poder del faraón había de renovarse.
Alrededor del año 3000 a. C. Egipto da señales de la inquietud que había de llevar al país a su unificación y a su entrada en la historia con plena conciencia de que realizaba algo nuevo y nunca visto.